Sep 21, 2013

Tan lejos

Era tan lejos, del otro lado del planeta, más distante que la meta de llegar a China cavando la tierra a los 6 años. Así de lejos era. Sucedía que la luz ya no encendía y las candelas se estaban acabando, no se puede salir a la calle, no se puede respirar bien, ya no hay ni qué comer.
Era tan lejos, que se durarían dos noches enteras en avión para llegar, pero por lo menos aún era terrenal; digo yo, podría haber sido peor, ¿no? Pero ya era suficientemente lejos, como para siquiera pensar en llegar. 
Una bomba, otra más. Le retumbó en los oídos como si hubiera sido en la casa del vecino. Le recordó la música blasfema de años atrás que jamás disfrutó, tal vez incluso el choque que inconscientemente vivió. Gritos, sulfuros, muertes. Una ciudad hecha polvo, en un abrir y cerrar de ojos. Todo sea por ambición, por poder, por el gane a punta de destrucción. 
Era tan lejos, que decidía no pensar. Ya que no lo podía ver, ¿qué más da? Pero le empapó la vista, la hizo sudar. No sabía qué pasaba, porqué no dormía, ni porqué suspiraba. Era tan lejos, ¿cómo podía ser? 
Se escuchó el piano lleno de polvo en el piso de abajo, bajó las gradas corriendo y observó sus manos. Al verla a los ojos, los lentes se le empañaron. Y entonces supo, que no era lejos ni era extraño, era su sangre, sus hermanos. La misma sangre que se derramaba cada año que pasaba, durante diecisiete ciclos consecutivos. Parecía que estaba tan lejos, pero no. Estaba al lado, detrás, encima. En la piel, en los huesos, en el alma. En los ojos que ya no parpadeaban. Esa fue la sangre que cayó. 

ART

Lo sentí hasta en la espina dorsal, en la planta de los pies, en la palma de las manos. Se me había olvidado que vivimos bajo el mismo cielo, y que esa sangre que se derrama, son mis hermanos.

Y yo tan lejos, como si no pasara nada. Se me salió el alma.

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