Dec 22, 2014

Ella

Las entradas triunfales no dejan nada, al fin y al cabo era sólo una entrada. El restaurante más cotizado de la calle, el carro más lujoso del año, la entrada más amena de todas. Y sin embargo, nada de esto era suficiente. Sus vestidos, generalmente rojos o negros, con la intensidad de una mirada felina o incluso la rabia de un animal salvaje, la hacían lucir aún más delgada y dominante, como jefe de manada.
"La elegancia no se aprende", decía siempre. Su seguridad innata era casi ridícula, pocos habrían mentido diciendo que no les intimidaba su lenguaje corporal, sobre todo cuando reía. Su risa era, probablemente, la demencia más dulce que jamás había visualizado.
Las salidas clichés no dejan nada, al fin y al cabo, había que salir. El sonido de sus tacones se podía distinguir a metros de distancia, un caminar único y extraño, y un olor que a veces parecía que provenía de algún pasado distinto, de otra dimensión, de alguna época majestuosa en medio de una ópera en el teatro.
"El tono de la piel es un reflejo del alma", decía refiriéndose más al tacto y brillo que a un color, los colores eran todos relativos cuando estaban a su alrededor después de todo, ¿cómo les iba a dar tanta importancia? Si no hay nada más fabuloso que los contrastes, y nada más tedioso que el fondo sin importancia de algún retrato en la pared, el color del suelo tapado con alfombra, el dolor del corazón que jamás se asoma.
Cuando decía "no", provocaba una insatisfacción tan excitante, un deseo de persuasión enfrentado contra el placer de la sumisión. Escucharla decir que no; a lo que fuera: a la fruta para el postre o a otra copa de vino; era casi tan sexual como su espalda, ladrillada en grafito, mármol, y escarcha.
Los intermedios son una excusa para respirar, para ella eran el momento perfecto para un cigarrillo, sin importar la tormenta que hubiera que aguantar bajo los cortos techos de los edificios. Su vestido negro seguiría intacto sin importar cuánta ceniza se llevara el viento, y la sonrisa perfecta no cambiaría, sin importar cuánta falta le hacían los abrazos visuales, o algo de melancolía.
En medio de cualquier calle, asfalto, cemento, o alguna cerámica lujosa, su presencia era como música de fondo en la vida de cualquiera: como el saxofón en el jazz, el piano del blues, los dedos del pintor; y para mí, para mí ella era mi voz.

ART

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