La vi pasar a los pocos metros, alguna de las madrugadas lluviosas y llenas de neblina en las que camino hacia el trabajo aún medio dormida y con un frío indescriptible que solo a las 4:30am sucede. Pensaba yo en lo bonito que es el amanecer, y poder disfrutarlo recorriendo una carretera todos los días era de las cosas más hermosas de mi vida, pero entonces la vi pasar. Y supe que cualquier incidente anterior a ese era insignificante a la par de su aura castaña y sus pestañas temblorosas e indecisas, la curva de sus dedos marcados y el golpe de sus pasos al caminar.
La vi pasar tan cerca que me eriza la piel recordarlo, con sus colores atrayentes y algunos trazos bien intencionados, con su atención siempre de reojo y sus versos improvisados... que tanto le gustan.
Las madrugadas se me hacían tediosas esperando el transporte al trabajo matutino de animales que todos llevamos, pero incluso con menos sueño que antes, se me ha disminuido el cansancio desde que sonrío como si la viera aún encerrada entre las paredes de este edificio, la vi pasar y siento que no necesito ver nada más.
Se me acaban los días más rápido que antes, y ya no me da pereza levantarme, camino erguida y desinteresada como si verla pasar me haya ayudado a encontrarme el alma, quizá acercarla, y devolvera a la superficie. La vi pasar de lejos también, y les cuento que volví a nacer.
ART
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