Y fue más mía que
del viento y más de otros que mía, como si también fuera de las nubes y con el
cigarro consumido pudiera ser ceniza. En un instante le pude dar mi vida, y
amarla con la mirada y el corazón, en un instante nos dijimos todo sin decir ni
una sola oración. La miro entrando despacio y de cuclillas, con la mirada en
alto y las pestañas adoloridas, y me desvanezco en sus manos como el azúcar en
esos labios. Sin conformismo ni futuro, con un presente incierto pero real,
allí la miro en un instante y vuelvo a respirar. Los capítulos cerrados y los
abiertos a medias se quedan de lado y sin dar muchas vueltas, en un instante el
cielo parecía más certero y el pasado no era más que un simple cuerpo. La hice
mía al calor de la noche, en su brillo de ausencia de cuerpo y presencia de
alma, quién dice que no se puede amar en un instante con aún más euforia y más
gana. La inocencia resalta más en medio de maldad y oscuridad, y fue el
instante más hermoso de mi vida, el instante donde la sentí sin más.
Qué más da, si la
vida pasa, no pierdo nada con sentirla en mi piel, con la única certeza de
estar presentes sin estarlo y con un ángel guardián debajo de los pies. Fue más
profunda la noche sola que el oscuro de una ventana polarizada, un instante que
vale todo y al siguiente tal vez sea nada. Una canción repetida siete veces y
las ganas de querer, le entrego lo inmaterial del tiempo mientras duerme sin
saber. Era mi musa el humo en los labios y la copa a la mitad en mi mano y en
mi cuerpo, fue un instante tan lleno de ella que por los bordes sobraba el
sentimiento. Qué es lo más y lo menos en un matiz tan imperceptible, además de
un vaivén de cortejos, un juego real y una realidad en juego. La vista me
engaña con los ojos abiertos así que prefiero sonreír, en un instante me limpio
por dentro y en su tez descargo mi amor y mi vivir.
En un instante corto
y eterno nos vemos los rostros a kilómetros, nos llenamos del vacío de un
lienzo y en dimensiones ocultas reinventamos los besos. La hice mía sin usar
movimiento o reloj, quizá fue el sabor del vino o quizá fue su olor. La espiral
del infinito no necesita comprensión ni sensatez, en un instante fue mía y en
un instante la amé.
18/4/11
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