De repente se sentía la luz más densa, como si el bosque aquel tuviera los árboles muy altos y delgados, y el zacate aún no estuviera lo suficientemente bajo, entonces el verde y el viento se amontonaban, y al entrar los rayos de luz entre las rendijas de las partes más altas de los árboles, su densidad quedara atrapada en el aire, en los ojos. Claro que todo esto era una sensación atrayente de quien aún no conoce la fluidez de una naturaleza tan pura, y antes de llegar a la paz que estos lugares provocan, se siente sorprendido, atrapado, en estado de shock.
En medio de los segundo más largos, el cielo parecía estar decorado con pintura de agua a base de pinceles sumamente delgados, y corría entre sus nubes una idea relativa de velocidad, como si algún día pudiéramos sentir el planeta girar. Pero claro, los deseos por lo desconocido son más emociones irracionales que otra cosa.
Al final del primer sendero fue chocante respirar, los cambios de temperatura en el cuerpo se sentían con la piel de gallina y un hueco en el estómago algo difícil de explicar. Era un día listo para escribirse en los troncos al lado de un lago, hecho para disfrutarse con cualquier arte atascado, de los que salen en vagos momentos de lucidez, de los que no son humanos. La relatividad del espacio abierto al caminar bordando el lago era atrapante, sofocante, una libertad que no cabe en el cuerpo, y menos en el pensamiento.
El paso durante la tarde fue marcado, certero, como si hubiera manera de saber qué sucedía entre minúsculos seres vivos y su recorrido hasta la inmensidad, y cuando llegó la neblina y salió la luna, las películas viejas no parecían tan buenas a la par de la realidad, ¿quién lo diría, verdad?. Se terminó la noche entre una humedad gris, difícil de creer, imposible de entender. Se fue la luz encandilante para dar paso al misticismo de una luna a medias a lo alto, que nos miente haciéndonos pensar que alumbra la noche, siendo un simple espejo. La luna es un claro ejemplo de lo fácil que es engañar a los sentidos, y se acabó la noche sin más que filosofar.
Entre tanto lugar descrito, las piedras se marcaron con varias gotas de ansiedad, de sanación. La historia de un mundo civilizado de repende carecía de valor; y mientras despertaba del sueño, las emociones tenían olor, la luz se tocaba con las yemas de las manos y los párpados escucharon sus colores, para luego construirse en algún arte abstracto atrapado en un cuerpo, una maqueta de algo que será en su momento una mejor versión de sí.
ART
De repente volé. Tal vez mañana sea una mejor versión de mí.
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