A veces la siento en la yema de los dedos, sobre todo si me atrevo a tocar el piano de nuevo. Luego recuerdo que lo que siento es una memoria, un recuerdo pasado, quizá perdido, desplazado. Y me es aún más irónico recordar que la luz que nos brinda el camino es momentánea, como todo lo demás.
A veces la siento en la planta de los pies, sosteniéndome mientras recorro algún espacio vacío, o quizá un lugar desconocido. Sea como sea, me satisface el sentimiento, probablemente más que muchos otros, y de nuevo recuerdo que sentirla sigue siendo un fortunio en medio de algún silencio de lo que efectivamente, terminará.
Y mientras la siento, me escondo, o tal vez me reencuentro, el día pasa con menos desacierto, porque por lo menos existe algo que sentí, y si se va no importa, pues todo se irá. Pero no esta luz que me dejaste, en la punta de mi nariz.
ART
Me dejaste una luz que no me deja mentir, me dejaste un corazón roto y luego reconstruido con alguno de los mil colores de tus ojos. Siempre tus ojos.
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