Las entradas triunfales no dejan nada, al fin y al cabo era sólo una entrada. El restaurante más cotizado de la calle, el carro más lujoso del año, la entrada más amena de todas. Y sin embargo, nada de esto era suficiente. Sus vestidos, generalmente rojos o negros, con la intensidad de una mirada felina o incluso la rabia de un animal salvaje, la hacían lucir aún más delgada y dominante, como jefe de manada.
"La elegancia no se aprende", decía siempre. Su seguridad innata era casi ridícula, pocos habrían mentido diciendo que no les intimidaba su lenguaje corporal, sobre todo cuando reía. Su risa era, probablemente, la demencia más dulce que jamás había visualizado.
Las salidas clichés no dejan nada, al fin y al cabo, había que salir. El sonido de sus tacones se podía distinguir a metros de distancia, un caminar único y extraño, y un olor que a veces parecía que provenía de algún pasado distinto, de otra dimensión, de alguna época majestuosa en medio de una ópera en el teatro.
"El tono de la piel es un reflejo del alma", decía refiriéndose más al tacto y brillo que a un color, los colores eran todos relativos cuando estaban a su alrededor después de todo, ¿cómo les iba a dar tanta importancia? Si no hay nada más fabuloso que los contrastes, y nada más tedioso que el fondo sin importancia de algún retrato en la pared, el color del suelo tapado con alfombra, el dolor del corazón que jamás se asoma.
Cuando decía "no", provocaba una insatisfacción tan excitante, un deseo de persuasión enfrentado contra el placer de la sumisión. Escucharla decir que no; a lo que fuera: a la fruta para el postre o a otra copa de vino; era casi tan sexual como su espalda, ladrillada en grafito, mármol, y escarcha.
Los intermedios son una excusa para respirar, para ella eran el momento perfecto para un cigarrillo, sin importar la tormenta que hubiera que aguantar bajo los cortos techos de los edificios. Su vestido negro seguiría intacto sin importar cuánta ceniza se llevara el viento, y la sonrisa perfecta no cambiaría, sin importar cuánta falta le hacían los abrazos visuales, o algo de melancolía.
En medio de cualquier calle, asfalto, cemento, o alguna cerámica lujosa, su presencia era como música de fondo en la vida de cualquiera: como el saxofón en el jazz, el piano del blues, los dedos del pintor; y para mí, para mí ella era mi voz.
ART
Dec 22, 2014
Dec 6, 2014
No más.
Ya no te puedo escribir más. Disculpame si suelto la cuerda, pero no me quedan fuerzas para sostenerla por más tiempo, y menos sola. Ya no puedo seguirte buscando entre mensajes viejos que fueron borrados, o escritos en mi computadora de años pasados.
Ya no te puedo esperar más. Perdoname si sentís que tenía que quedarme más tiempo, pero todos tenemos umbrales de dolor distintos, y hasta el mío tiene fecha de expiración; se me acabó.
Ya no te puedo amar más. Borrame si es necesario, pero no me reprochés mañana que no esté aquí sentada, aunque sé que no lo harás.
Ya no te puedo escribir más, ha sido demasiado el desapego que hemos tenido de lo que más habíamos amado, y aunque quisiera un mañana diferente, ya no estás, y yo, yo te tengo que dejar.
ART
No te puedo recordar más, aunque no quiera, no hay marcha atrás. Y ya que nos fuimos, terminémonos de ir, que no hay peor martirio que el de esperarte, si no vas a venir.
Dec 4, 2014
Debería, pero no es.
Sentirse en casa debería ser como volver a las raíces y que una energía desde adentro te llenara como si no hubiera mañana. Encontrar al amor de la vida debería ser como un trueno en medio de la noche, un escalofrío en todo el cuerpo, como perder la vida y recuperarla en un respiro, como volver a nacer. Sentirse feliz debería ser como un éxtasis de emociones encontradas por primera vez, como un tesoro enterrado y sin saber que hacer con él, solo salen sonrisas e ilusiones y un montón de sueños que se pintan de diferentes colores.
Pero no. Sentirse en casa es a veces vacío y oscuro y lleno de recuerdos que en realidad no queremos recordar. Encontrar al amor no es una montaña rusa sino una paz inexplicable, tranquilidad en el alma y un corazón que vive por fin con calma. Sentirse feliz es ser sincero con el espíritu y vivir sin remordimientos de lo que se fue, es aceptarse como un ser completo y eterno hasta la muerte de esta vida.
Hay una diferencia fundamental entre ser y estar. Y es que todos estamos aquí. Pero no todos somos. Hay que ser, no estar. Yo no "estoy" aquí. Yo soy aquí. Y en ese momento fui feliz, y en ese momento encontré el amor de mi vida sin siquiera tenerlo conmigo. Y en ese momento volví a mi hogar, sin sonidos de tambores resonando al fondo y sin situaciones extremas llevándome a las lagrimas. Solo soy, como un respiro profundo que no significa más que eso, como un escrito sin sentido, que no es más que yo. Sólo yo.
ART
Renacer es overrated. Renacemos todos los días y con cada parpadeo. ¿Qué es un parpadeo? Un abrir y cerrar de ojos. O tal vez un cerrar y abrir. Lo importante, es abrir. Me abrí.
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