Me suicido a cada instante,
cuando el viento sopla en mi cara
o cuando las luces se me apagan,
cada segundo día
se quema el bombillo de mi cuarto
y me recuerda que prefiero la oscuridad.
Me suicido con el beso que no te doy
mientras me tiemblan las manos,
cada día que pasa me estoy suicidando,
entre olas y mentiras
y una vida sin sentido,
entre un trabajo que consume
y uno que otro cigarrillo.
Me suicido mientras te recuerdo
porque me gusta como se siente,
me acostumbro poco a poco
al dolor de no tenerte,
y cada día me pesa más
el calor de las calles,
y cada día resucito
sin pensar en detalles.
Me gusta suicidarme lentamente,
como si pudiera recordarte mejor,
porque ese segundo antes de mi muerte
prometí acordarme de vos.
Tal vez es porque así siento
que lo que hago es cumplir esa promesa,
la promesa de amarte,
hasta que no me quede voz,
hasta que me arranque el último pedazo de amor que me quedó,
hasta que me suicide en serio,
y el latido se me vaya con la respiración.
Hacia fuera,
hacia el cielo,
me suicido en las nubes,
lejos de lo humano
e insalubre,
lejos de los ojos
que ya no me incumben.
ART
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