Mis manos son como mañanas lluviosas, temblorosas, a veces incluso ruidosas. Suelen hibernar en noches de invierno porque es demasiado doloroso hacerlas trabajar, y les da por querer lo que no pueden tocar. Como el cielo, o tu cuello quizá, para bajar por tu espina dorsal. Mis manos son más solitarias que las almohadas viejas y se ensucian con facilidad, la crema no les quita las marcas y se arrugan con el peso de los años.
Mis manos tienen un aspecto peculiar, que detesto aún más que levantarme temprano, y es que no te pueden tocar. Se quedaron vacías cuando se empeñaron en alejar en vez de funcionar, y me hicieron hacer promesas que no quiero cumplir, y vivir historias que no quiero repetir.
Mis manos son más música que escritura, pero no afinan mientras tratan de llegar al sol, poco a poco dejan de ser mías, porque se fueron con vos.
ART
Me quedé sin manos desde que te fuiste.
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