Jun 27, 2020

Enana blanca


La locura desastrosa de los pensamientos sabe hacerse camino hasta en los momentos más tranquilos, son siempre un torbellino que arrasa con todo. A veces, cuando llueve, los visualizo como un tráfico de las cinco de la tarde en el centro. Otras, cuando llevo muchos días estudiando a través de la pantalla y extrañando la vida antes de esta computadora, los visualizo como la muchacha despistada que siempre fui, caminando por el pasillo con un bulto y en los brazos toneladas de papeles y libros, estrellándome contra lo que sea y botando todo al piso.

Y es que así son los pensamientos, una atravesada de tonteras mezclada con sabiduría (que todos tenemos), como una bolsa de frijoles de no tan buena calidad, que hay que separar y escoger uno por uno. Así me siento a descifrar mis pensamientos, a separarlos uno a uno, a desechar los que cumplieron su vida útil (o no la tuvieron jamás), y a cocinar los que sirven.

Me encuentro siempre con las mismas recurrencias: ¿Por qué siempre llueve cuando no estoy preparada? ¿Y por qué esta vez llevo meses preparándome para la lluvia, justo cuando sé que voy a estar en casa? Este año es la primera vez que tengo un closet listo de pies a cabeza para protegerme contra la lluvia. Este año la pandemia no me deja salir.

Y así es la vida, ¿no? Un sinfín de planes. Pero al final, la incertidumbre gana: Nunca sabemos bien lo que va a pasar.

Lo triste de la soledad, no es la búsqueda de miradas; sino que la llevamos por dentro, atorada. Atascada como un sinsentido del que no se puede huir, como una mancha de vino. Probablemente es la antecedente del sufrimiento, el plan premeditado de nuestro cuerpo para que soportemos existir. Una persona que no conozca la soledad no sabría enfrentarse al mundo.

Los pensamientos se atoran mucho en los porqués, pero también saben moverse como girasoles hacia el sol. Y, si se les riega, florecen.

Me regalaron un árbol. Idéntico al que mamá me enseñó a dibujar de peque, idéntico al que me tatué en el pecho. Es un bonsai. Le llaman "el árbol de las mil estrellas" porque tiene flores blancas y pequeñitas. Me ayuda a meditar. Se llama enana blanca.

Todas las noches, mi enana bota sus flores blancas. Se le caen, se le secan. Y todas las mañanas, cuando le abro las persianas, brotan flores hermosas, nuevas.

ART

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