A las notas del piano que fallé, les pido me perdonen por mis torpes
dedos, que a veces resbalan por culpa del sudor de los nervios, de la
falta de entendimiento. No me arrepiento de haberle dado vida a aquel
piano, por más que desafinara más de una nota por mi mala memoria, que
es tan selectiva y tan inconsciente, tan mía y tan ajena a mi escogencia
y a mi placer.
Tocaba piano en memoria de quien me escuchó con
gozo, con sonrisas nostálgicas por más que decía que odiaba las
despedidas. En realidad me acurrucaba en sus ojos brillantes que me
veían como si fuera yo la que componía, y yo que ni sabía lo que hacía.
Ella
recordó la primera vez que escribí, y yo que no tengo idea de lo que
hablaba. Le leí algún poema sin sentido a los seis años por teléfono, y
décadas después supimos que no le mentí, que escribí, y se lo regalé.
Se
me fue abandonando a una bola familiar explosiva, llorando todos sin
saber cómo afrontar una pérdida tan fuera de lugar, tan desapercibida.
Aún no sé como te nos fuiste sin decir adiós, sin explicarnos que ya no
podías.
Yo aún no caigo en cuenta de que tu ausencia va a ser
eterna, que no es una nota de piano que fallé mientras te tocaba que
puedo corregir la segunda o tercera vez que lo intente, la próxima vez
que te toque. No habrá próxima vez, pero espero que el sonido si llegue a
donde estés.
ART
Te
recuerdo con cada sonido de piano en mi memoria, y se me viene encima
toda la música como explosión solar. Aún no entiendo por qué no estás.
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