Siempre supe que iba a morir, pero jamás pensé que experimentaría repetidas muertes estando viva.
Empieza despacio, doliendo como quien prende una vela aunque no se haya ido la luz, para materializar la nostalgia, para extrañar. Para orarle a un Dios en el que no creo sólo porque vos si, y pensar que alguna te vi sonreír. Es un ardor agudo, como cortarse con una hoja de papel; es tan solo el primer escalón.
Estamos en la zona roja, dolorosa, seca.
Vos seguís;
sonreída,
escondida.
Luego, me duele como cuando se va el aire de un buen golpe en la boca del estómago, y las lágrimas salen en un silencio absoluto. Hemos subido de escalón, como era de esperarse. Ahora ya empiezo a carbonizarme, a perder la piel.
Vos seguís;
enaltecida,
engreída.
Avanzando, me duele como si me hubiera quemado la piel ya en grados mayores al segundo, y estoy esperando pacientemente a que llegue al último para que sea totalmente indoloro y me mate de una vez.
Acá estoy, entre quemaduras de tantos grados, en tantos lados, que solo es cuestión de tiempo.
Vos seguís;
encendida,
asesina.
Me quema el pecho la ira acumulada de tantas desesperanzas, como quien pierde el último vuelo de su vida, en alguna explosión. Y sigo sintiendo como avanza el fuego, tu fuego.
Me sudan las manos, ahogándose por oprimir algo. Me explota el cuerpo por dentro mientras me quemo, pero espero paciente el final.
Vos seguís;
aturdida,
vencida.
Porque vos ahora, por fin, sos una quemadura de cuarto grado, y ya no te siento más.
ART
Hay quemaduras inevitables, sólo quedaba esperar.
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