Me suponía hecha y derecha, entre paredes construidas con mis propias manos, en una constante remodelación de vida, pero siempre vida, creada, mía. Entre los cuadritos del suelo no he logrado decidir si quiero líneas o liso, si me inclino por cafés o grises, o si me lanzaré a algún alocado extremo de negros y rojos.
Me veía sosteniendo una fe natural, no religiosa, que cada vez cobraba más forma dentro de mi cabeza, y al final eso era suficiente. Un poco de constancia espiritual para llenarse los días de aire puro y algo de fuerza; el cuerpo siente los años. Entre mis esperanzas emocionales siempre estaba la de conectarme con mis estrellas, mis enlaces, mis antenas; hacerlas conscientes.
Me hacía con toda la serenidad que podía, y me re-hacía con toda la confianza que lograba proyectar, aunque en el fondo hubiera un torbellino de enredos, saludos y despidos, de tanta maraña, tanta discordia, tanto disconfort conmigo misma y tanta pero tanta culpa. Pero yo me hacía, yo decía, yo caminaba y yo sonreía.
Me suponía realizada, esclarecida, grande. Aunque en el fondo, sólo quería hacerme pequeñita y esconderme en algún bolsillo, y justo de ese tamaño me sentía, capaz de entrar en el zipper pequeño de la billetera, en cualquier agujero de un sweater viejo. Me sentía tan bajita para la altura de mi cruz, pero yo me creaba más grande que mis alas y seguía.
Me creía fuente de luz, para no apagarme. Un fuego abismalmente iluminado, fuego de amanecer, de sol y estrellas, de fogata con marshmellos, de calor y música, de felicidad. Y frente a la dificultad de creerme capaz de bien, yo quería tomar el camino de quien me quiso.
Me suponía decidida e independiente, y cada día me construía para no ser nada menos que eso. Una torre de chispas, una estructura antigüa, tal vez un trueno. Y entre tanta suposición, cada vez que caigo me cuesta más suponerme y construirme de cero, si en el fondo soy también una ruina de sacrificios llena de gradas por las que rodaron tantas vidas.
Me creaba a cada instante, en la búsqueda de volver realidad la aspiración, y por allá la luna llena me recuerda que no soy inmune a su dolor, y que las marcas que quedan no se pueden olvidar, ni se pueden superar. Por allá mi cicatriz me dolerá cada vuelta al sol cuando al cielo le de la gana; y en vez de crearme diferente, tal vez sea mejor verme.
ART
Entre tanto estruendo, me faltó volver a ver pa' dentro.
No comments:
Post a Comment