Hace calor, pero tengo los pies fríos. Entre los espejos veo pequeños pedazos de mi nuevo cuarto, lleno de color y flores. Me pregunto si algún día la sensación de hogar hallará su lugar más adentro, más en serio. Si la sensación de soledad es solo un síntoma más de existir en este mundo, o si vine a ser un fantasma que se cuestiona su existencia cada cierto tiempo.
Es extraño, esto de vivir. Tratar de recordar las cosas que importan, rumiar entre las mismas preguntas filosóficas, para al final dedicar el cuerpo a las mismas acciones diarias.
La rutina no existe realmente cuando se vive con cierta desesperación de hallarse a uno mismo, ¿será que sentir es siempre darle vueltas a la misma cuadra?
La nostalgia de extrañar aquello que nunca se ha tenido es una forma peculiar de amar, como quien tararea una canción que no recuerda bien, o que tal vez no existe. Pero sé que las estrellas están ahí incluso si lo que estoy viendo es este techo blanco, y sé que respirar es en sí mismo un milagro. Uno tortuoso de vez en cuando.
Las cenizas de la persona que fui se amontonan adentro mío mientras construyo la que quiero ser, y se me ha olvidado a ratos apreciar mis propias manos. Construir un futuro se siente ajeno, pero sabemos que lo hacemos porque existe un pasado. Es como si solo viendo para atrás pudiésemos entender que el tiempo sí existe aunque sea imperceptible a los sentidos en sí mismo, pero pocas veces hallamos respuestas que nos ayuden a entender qué viene después.
A veces no sé si soy 'yo' quien habita mi cuerpo, o soy una copia destilada de mi propia alma, una proyección. Es como si, a ratos, fuera solo observadora de una película muy lenta y caótica, como si mi propio corazón fuera ajeno, lo puedo ver, pero no tocar. Me veo a mí misma deambulando entre pasillos, haciendo planes. Y trato de creer que existo. Pero a veces me siento como un fantasma atorado entre los espacios, flotando con el humo del cigarro.
ART
Si la ventana hacia mi alma se abriera en una escena de cine, creo que sería transparente, de color gris. Si no fuera por el ronroneo de mi gata en mi hombro, juraría que somos ambas fantasmas escondidas en la biblioteca de mi mente.