Te soñé como el sonido lejano del tren en las afueras de una ciudad, como las luces parpadeantes que no cesan cuando llueve, y que se calman cuando sale el sol. Te imaginé corriendo en los charcos de agua como hacíamos hace antaño; ha llovido mucho y he cruzado las mismas calles, deseando escuchar tu voz mientras voy caminando.
Es un deseo tenue, como tus pecas. Verte de frente me disparó una taquicardia temporal, y me dejó un par de curitas en zonas donde me faltaba sanar. Que no siempre se trata de cómo se debe amar, sino cómo se debe soltar. Cómo me ha costado dejar de amarrarte a esta cárcel imaginaria, a esta tortura. Es más fácil odiarnos.
Te soñé como el vidrio que refleja una imagen a lo lejos, y respiré tus manos en mi piel. Tal vez por fin acepto que los para siempres son la lucha incesante por aprender a amarnos a nosotros mismos. Hoy mis sueños me regalaron una chispita de vos, y yo me regalo a mí misma un adiós.
ART
Decir adiós también es amor.