Apr 14, 2018

Caminar

Entre el caudal de olvido que significa caminar hacia adelante, me pregunto qué tanto me engañará la memoria cuando todo es lejano; y es que mi yo de hoy no está ya tan apegado, tan consciente, de mi yo de ayer. Desapego, olvido, y mucho cambio, hay una lejanía casi impalpable que aplica no sólo al espacio-tiempo, sino al sentir y al vivir.
Caminar lejos de historias, hogares, vivencias, es diferente a caminar lejos de la piel que ya está seca.
Cambié de piel.
Mucho no se olvida: la sensación constante de culpa (y la manera tan inapropiada de lidiar con ella), el sentimiento de vacío, la soledad, y sobre todo la construcción de una falsa identidad incambiable, el constante castigo por pensar que no hay nada que hacer, que lo podrido podrido está y que así hemos de seguir. Falsa mediocridad disfrazada de aceptación.
Nunca acepten nada.
No crean, mucho sí se pudrió. Y los incendios se llevan consigo tantas cosas valiosas, vidas inocentes, fotografías sagradas. Pero no queman el planeta entero: el césped vuelve a crecer, si se riega.
Por muchos años, caminar fue cargar maletas, y algunas andan por ahí todavía; pero quién diría que hoy, soy yo quien no es la misma. Y es que los paisajes se cambian más fácil: Nuevas ventanas, nuevos espacios, nuevas ideas construidas. Pero, ¿y adentro? De nada sirve quitar las piedras del camino si no sabemos caminar, y poco ayuda cambiar un paisaje si lo vemos con los mismos ojos.
Pero hasta los ojos renacen.
Se respira diferente, incluso el mismo aire. A pesar de que sembré en aquel lote quemado y construí una nueva casa, pensé siempre que el olor a ceniza duraría la eternidad. Pero lo que queda de aquellos incendios está marcado en cicatrices, en mis manos: ya no me late en el pecho, hoy es un cadáver enterrado.
Hoy no soy la misma, y entendí que el cambio no se trata del camino, sino de quien camina.

ART

Quién diría que un corazón entero puede pintarse de nuevos colores.