Dec 9, 2015

Break free

La palabra libertad ha sido bastante prostituida, confundida, malentendida, y bueno, pues subjetivizada como tantas otras definiciones en las que nos es tan difícil encontrar puntos medios. Para mí, la cárcel en la que vive la humanidad la hemos creado por tantos siglos ya, y parece que cada vez nos atascamos más.

Mi libertad ha sido siempre condicionada, desde el problema eterno de todo ser humano de enfrentarse con un mundo ya construido, pasos ya hechos que hay que repetir, hasta la dificultad emocional de limpiarse de los demás, de las expectativas, las rutinas, la necesidad de sobrevivir con algo tan básico como el hecho de que tenemos que alimentarnos, pero llegando aún más allá con la dificultad de teñirse de azul en un tumulto lleno de amarillo. Pero yo quiero ser azul.

Mis deseos se han visto, entonces, modificados tantas veces. La mayoría del tiempo he querido pensar que ha sido mi crecimiento y mis decisiones de acuerdo a experiencias el cambiar unos sueños por otros, el dejar algunas ideas atrás, e ir creando nuevas. Sin embargo, no es así. Y lo más difícil de aceptar es que hay una dualidad tan grande adentro entre querer tener una vida como se nos pinta desde siempre: Una casa, un medio de transporte, independencia con el tiempo suficiente para disfrutar la vida y mucha felicidad, que suponemos es causada por todas las anteriores. Sin entrar en detalles de superficialidad, sino dando por sentado que hablamos de un ser humano con sentido común y una profunda empatía con su propia emocionalidad, no se trata de cuestiones materiales o de dinero, se trata de sueños, de aspiraciones y de planes a futuro creados a base de estos.

Mi sueño de tener una ONG para salvar al mundo debió convertirse en un plan formado de qué tipo de organización quería crear, y en cambio se convirtió después en el deseo incontrolable de ser independiente, de tener una sala y una cocina propia y el dinero para mantenerla y embellecerla, y por supuesto tener los placeres nocturnos para disfrutar en buena compañía. En base a esto trabajé en una empresa reconocida, de esas llenas de gente disfrazada de seriedad, con sus sacos y corbatas, fingiendo que saben algo de la vida. Al ver que la cosa no iba por buen camino, y trabajar en cuestiones tan triviales como un contrato era lo más aburrido que había vivido, traté de enfocarme en la parte académica, estudiar hasta más no poder y ser algún genio de la intelectualidad, que llaman. Poco a poco me fui decepcionando de cada detalle del sistema educativo actual y de la mediocridad de nuestras exigencias a la inteligencia, y también cambié ese sueño.

Hoy, llevo años enfocada en una multitud de cosas, buscando el equilibrio que tanto he querido entre trabajo y estudio, independencia y crecimiento emocional, siempre buscando que a punta de obligación y un esfuerzo sobrenatural de hacer cosas que no me gustan, como buena caprichosa, pueda conseguir ese pedazo de cartón que le dan a uno, haciéndole creer la enorme mentira de que ese papel te prepara para ser un profesional, hecho y derecho. Pero ese es otro tema. El otro lado de mi balanza es mi laboralidad, el gran aprendizaje que he tenido de llevar 6 años trabajando, la mitad de esos en un lugar que me ha brindado las mejores oportunidades y donde he logrado acomodar mis ideas un poquitito más y sentir que crezco, sentir que por fin aprendo y me muevo, aún no tengo idea de para adónde, pero me muevo.

Mi estado actual pasó, por ende, a una comodidad similar a la de un viaje "todo pago". Camino cada mañana a un lugar lleno de amor, de cosas que hacer, de grandes retos y enseñanzas acompañadas de diversión, donde he tenido el honor de tener un impacto directo sobre otros seres humanos y ayudarles a crecer, aunque sea en medidas pequeñas, pero siempre gratificantes. Y este se ha convertido mi confort zone, en un cuadrito del que no he salido, porque no hay nada más cómodo que estar de vacaciones. Yo siento que estoy de vacaciones de mis propias ideas, y me entretengo realizando cosas que sí, me gustan, pero que no se acercan a lo que el corazón me dice que quiere hacer.

Ahora, me siento como un zombie, como todos aquellos que trabajan y estudian y luego leen un periódico y sacan a pasear al perro, y luego duermen o tal vez ven una película. Es que yo quiero azul. Nunca me he sentido cómoda en este disfraz de aguantar los años y sobrevivirlos, en vez de vivirlos. Y todo estaría bien si el saco y la corbata fueran para ir todas las mañanas a mi ONG, ¿entienden? Todo es diferente cuando el músico trabaja todos los días para montar su concierto a final de mes, sería otra historia si yo me levantara en las mañanas a construir una escuela en algún pueblito, o si estuviera por fin recolectando mis tantos escritos acumulados para volver a aburrir al mundo con la Punta de la Nariz. Pero no.

Entonces, no hoy, pero mañana (y con mañana me refiero a algo bien literal) me dirijo a romper la reja de mi cárcel, donde me siento como una pantera viviendo en un zoológico, y me encamino a conocer, entender, y sobre todo vivir, la libertad. El pánico y la adrenalina que siento al pensar que pronto me arrancaré cada cadena de mi cuerpo y podré levantarme y realmente hacer lo que quiero, cueste lo que cueste, aunque sean cien cosas a la vez, aunque tenga que cambiar de opinión de nuevo y volver a empezar, pero que sea mío. Una libertad mía, un quiebre de normalidad para recuperar mi azul interno y vestirlo por fuera también. Quebrar la idea de que solo los adolescentes pueden usar un mohawk, o andar en patineta, y conforme uno crece se adapta a la tonta rutina de ser menos sobresaliente, de comenzar a unirse a la línea de patrones mundiales como si esto fuera una competencia de quien puede parecerse más a quien, una sociedad de clones.

Yo no quiero ser un adulto con saco y corbata, yo no quiero tener un trabajo estable que me deje echarme las birras en la noche y tener una jornada fija al día siguiente, acumular unos días de vacaciones para pensar que un par de noches en la playa relajan el cuerpo (todos sabemos que no sirven pa' nada). Yo quiero vivir mi sueño con las lágrimas que conlleve, yo quiero que mis sacrificios en cosas que no me son placenteras sean para lograr otras que realmente me hagan brillar de emoción, yo quiero recuperar mis sueños de reconstruir pueblos en África y quiero llevarlos a cabo, no dejarlos en alguna fantasía infantil de las que recordamos viejos y compartimos porque nos devuelven la ilusión por instantes.

Yo quiero pintarme el pelo de colores a los 80 años si me da la gana (y si llego), y quiero caminar por países desconocidos buscando inspiración para un nuevo libro. Quiero hacer voluntariados y humanizarme con ellos para recordar que las paredes de un edificio jamás se van a comparar con lo que hay afuera de esos ventanales, incluso a la vueltita de la esquina. Y sobretodo quiero recordar que la presión del pensamiento generalizado y del movimiento en masa no es más fuerte que mis propias emociones y mis propias metas, y que puedo ser, y hacer, lo que quiera.

Y una vez más, imaginándonos un mundo lleno de amarillo, yo quiero azul.

ART


Dec 2, 2015

Torbellinos

Son como agujeros retorcidos en la cama, tal vez alguna pesadilla sobre insectos en mi cuerpo, alguna de esas incomodidades en las que creés que tenés una basura en el ojo y después de horas de intentar sacarla te das cuenta que no hay nada ahí.
Son como torbellinos de bipolaridades de las cuales no puedo escapar, y esto va mucho más allá de algún arranque de mal humor.
Son como respuestas tan borrosas que no logro leerlas con claridad, ni aunque estén en mi propia mente, como una pregunta en el examen que uno sabe que vio en la página 33 del libro a mano derecha, pero no logra recordarlo.
Son como torbellinos revoltosos en todo momento, y en un sólo día pueden pasar de un rosado pastel a un negro matte intenso. En todo este tiempo he tratado de estabilizar alguna de las miles explicaciones racionales, y aún así se me van volando de las manos, se me escurren, no se detienen.
Son como revelaciones nocturnas de alguna insatisfacción pasada, o incluso imaginaciones de cuestiones futuras, de posibilidades, de cuestiones inexistentes aún.
Son como preguntas duplicadas al segundo que se convierten en algún remolino, de absolutamente nada.
Son torbellinos que ya no puedo calmar.

ART

Esto son mis emociones.
Mi ansiedad nunca se había visto tan materializada. Escribí esto en 1 minuto.